viernes, agosto 04, 2006

La Ciudad Escatológica (Parte 1)

Los habitantes de una ciudad, pese a vivir en conjunto, somos seres aislados. Habitamos la ciudad con la paradoja de lo colectivo y lo individual. Afirmamos —en muchos casos— vivir al margen del “que dirán” de los demás, pero “actuamos” pensando en dar la imagen de “buen vecino”. No es difícil imaginar al parroquiano, abogado o licenciado o taxista, todos ellos honorables, de hurtadillas en la noche, botando la basura en una esquina —“todos lo hacen” será su disculpa—. La micción pública es un fenómeno eminentemente machista [es grotesco pensar en una mujer haciéndolo] lo que ha originado toda una pintoresca colección de rótulos que conminan a no hacerlo. A imágenes nos remitimos:

La advertencia es severa: genitales con quemaduras de cuarto grado o un disparo de grueso calibre. Un texto urbano que bien puede constar en una monografía de lo perverso...


En este caso se suplica el respeto a un espacio sagrado, pero tal parece que a los ateos no les asusta las penas del infierno, ni la molestia diaria del cura párroco.


(¿Con o sin censura?)


El contraste entre las dos imágenes y el lenguaje es evidente: la anterior es áspera y grosera, y se sitúa en una malla de un parque infantil [probablemente la exasperación condujo a la torpe mano anónima a redactarlo], ésta en cambio, hecha con arte, emplea un léxico algo elevado. Nos preocupa ese “Asno” con mayúscula, pues lo sustantiva como nombre propio. Este rótulo está en la pared de una escuela.


Aquí se personifica —ya no un Asno— sino a un morador—cerdo y a su hogar—chanchera. Las imágenes y los textos nos invitan a la sonrisa inicial y a la reflexión posterior. Volveremos a tratar el tema.